NUNCA NOS RENDIREMOS


La vida nunca te prepara lo suficiente; aprendes cosas buenas y malas, sientes alegrías y penas, pero tu vida es como la de todo el mundo. Puede que incluso sientas la tentación de querer ser diferente, pero nunca te imaginas la felicidad que puede suponer ser uno más, alguien que pasa por la vida "sin pena ni gloria", porque es dramáticamente cierto que nunca sabes lo importante que es lo que tienes hasta que lo pierdes.

Nosotros éramos una familia normal, con sus más y sus menos, con sus alegrías y sus penas, en resumen, una familia como muchas otras... hasta que todo se rompió, hasta que alguien nos arrebató a María José.

En este tiempo aprendimos que además de todos los sentimientos y emociones que experimentan la mayoría de los seres humanos hay un sentimiento tan profundo y monstruoso que te obnubila, te puede, te destruye... es una mezcla letal de amargura, de rabia, de impotencia, de dolor, de resentimiento, de frustración, de incertidumbre... es el "no saber".

Hemos superado, como muchas otras personas, episodios traumáticos, hemos perdido a seres queridos, hemos sufrido dolor, humillaciones.... pero nada puede compararse con el "no saber".

Lo más terrible que puede pasarle a una familia, y sobretodo a una madre, es dedicar todos los minutos de todos sus días, desde hace cuatro años, a preguntarse dónde está su hija, si está viva o muerta, si sufre o está bien, si pasa hambre o frío, si alguien la cuida o la maltrata... Caminas a la deriva soñando que todo está bien, que volverá, que no le ha pasado nada, pero la cruda realidad te lleva directa a la tragedia, al convencimiento de que está muerta, que alguien te la ha quitado, que ya no volverás a oir sus pisadas, sus risas e incluso sus reproches. Su ropa continúa colgada en el armario, sus fotos por todas partes, sus objetos personales en los cajones, tal y como ella los dejó... pero ella no volverá. Aún así necesitas aferrarte a algo: primero quieres convencerte de que lo que crees que pasó no sucedió en realidad, luego prometes esperar años con tal de que te la devuelvan con vida, (esa esperanza casi irracional nunca se muere del todo), pero en los peores momentos, cuando la realidad se te muestra con toda su crueldad, solo pides: ¡por favor, que esto se acabe!.

Son ya cuatro años de falsas esperanzas que se rompen todos los días, de sobresaltos cada vez que alguien llama a la puerta o que suena el teléfono, de carreras tras una joven que camina de la misma forma o lleva un peinado parecido, de viajes para identificar a alguien que, de antemano, sabes que no es ella... cuatro años de dolor, de desesperación, de impotencia.

Pero lo más cruel de la situación es tener el convencimiento de saber lo que ha pasado, de que conoces a la persona responsable de tando dolor, conoces su nombre, su aspecto, sus gustos, su forma de ser, donde vive... y tienes que limitarte a mirarle en la distancia. ¿Hasta cuando podremos resistirlo?.

Cuando te ves arrastrada por esta terrible situación, lo que menos te esperas es el escepticismo con que la autoridad te escucha, te quieren hacer creer que no conoces a tu hermana, que no sabes sus reacciones... el procedimiento dice que como es mayor de edad se fué porque le dió la gana o se suicidó por un desengaño amoroso ¡¡increíble!!, "no puede ser que un chico tan encantador le haya hecho el menor daño". Te quieren hacer creer que el dolor nubla tus sentidos y que buscas una excusa para justificar un posible atentado de María José contra sí misma o una huída por razones inconfesables ¡¡inaudito!!, en vez de intentar encontrarla, ¡¡están juzgando a la víctima!!.

Estos interminables cuatro años nos han servido para comprobar en carne propia, día a día, que: o empujamos nosotros o la máquina se para; siempre "se está trabajando" pero a la vista está, por los resultados, que no se trabaja lo necesario. Nos tratan muy bien, nos reciben, nos prometen, nos dan palmaditas en la espalda... pero nada cambia, nada avanza, las promesas no se cumplen. Nos hemos dado de cabeza contra la burocracia, las prioridades, la falta de rigor en los momentos cruciales..., con el horrible sentimiento de no ser personas, sino un maldito e insignificante expediente. Pero esto es incluso una realidad que ofende y por la que "debemos" disculparnos.

Si para algo ha servido este tiempo es para que muchas de las variadas "líneas de investigación" que dicen mantener, se caigan por su propio peso, y vuelves al principio: a la terrible certeza de saber lo que ocurrió y quien es el responsable, y a la indignante realidad de que la familia sostuvo desde el primer día la misma hipótesis, la única con fundamento, en contra de la opinión de los "profesionales".

Desgraciadamente, nuestro sufrimiento no acaba ahí: tenemos que añadir a esto el sentirnos, en alguna medida, responsables de que algo terrible pueda suceder todavía: hemos sabido que la persona presuntamente responsable de la desaparición de María José pudo estar involucrada en la desaparición de otra persona, en circunstancias casi idénticas. El caso está sin resolver, la persona desaparecida continúa estándolo, pero el expediente está cerrado y ¡oh, maravillas del procedimiento!, no hay ningún motivo que justifique su reapertura. Solo son casualidades. ¿Cuántas personas tienen el dudoso privilegio de ser la última compañía de alguien que desaparece misteriosamente, y con la que, previsiblemente en esa última cita, tendría un incidente desagradable como consecuencia de acciones anteriores? ¿Nadie se va a sentir responsable cuando haya un tercer caso o un cuarto?. ¿Es eso lo que tiene que suceder para que alguien empiece a tomar el asunto en serio?. ¿Están, de esta forma, protegiendo a los ciudadanos como es su obligación?

Son demasiadas preguntas sin respuesta, algo tristemente cotidiano para nosotros. Acabamos con la sensación de que en este caso se protege más y se cuida mejor al presunto delincuente que a sus víctimas.

Si hay algo que nos haría muy felices, aparte de recuperar a María José, es el tener que pedirle humildemente disculpas a este individuo por haber desconfiado de él; pero mucho nos tememos que ese día nunca llegará; sus mentiras, sus reacciones, su comportamiento actual lleno de provocaciones, no hacen sino confirmar nuestras sospechas. Parece estar gritándonos que está muy seguro, que nunca lo conseguiremos; pero puede tener la seguridad de que nunca nos rendiremos.

Deseamos, fervientemente, que María José haya sido su última víctima.

MIS REPROCHES


El primero y más serio es para los responsables iniciales de la investigación; su trabajo exento de profesionalidad y de las más mínimas garantías, ha causado destrozos irreparables en el proceso y, consecuentemente, en nuestras vidas.

También tengo que dirigir mis reproches hacia el gobierno autónomo: a pesar de ser María José una funcionaria de la Xunta de Galicia, nunca recibimos ninguna muestra de apoyo real por parte de su "empresa"; ni siquiera su jefe, el Sr. Fraga Iribarne, se dignó a recibirnos cuanto se lo solicitamos: nos desvió a su entonces Concelleiro de Xustiza (hoy secretario general del PP de Galicia) al que nosotros tuvimos que llamar para concertar cita. El Sr. Palmou nos recibe, nos sonríe, nos escucha y sólo se compromete a conseguir que el Ministro de Interior, Sr. Oreja, nos dedique unos minutos. Llevamos años esperando a que este "generoso" compromiso se realice. Gracias por su apoyo. Es denigrante tener la sensación de que no eres nadie sin un carnet.

Mis reproches son también para las personas que nos hacen daño, sobretodo para las que, sin quererlo o a propósito, lastiman a mi madre. Parece increíble, por inhumano, que haya personas que ante una situación tan dramática como la nuestra se dediquen a especular, a acusar o a intentar sacar provecho de nuestra desesperación. Hay muchas personas crueles, algunas dolorosamente cercanas a nosotros.

MI GRATITUD


Merecen un lugar de honor todos los ciudadanos anónimos que nos han apoyado de las formas más diversas, asistiendo a concentraciones, llamándonos por teléfono, enviándonos mensajes, dándonos ideas y ánimo para seguir. Gracias.

En segundo lugar, para nuestra familia, que siempre está ahí, cada uno a su modo; la mayoría sintiéndose tan frustrados como nosotros por no poder hacer más. Gracias por vuestra presencia, por vuestra ausencia, por vuestro sacrificio, por vuestro apoyo, por vuestras palabras, por vuestros silencios...

Para los amigos, tanto de María José como de los demás miembros de la familia, que nos han secundado en cada propuesta o petición que les hemos hecho, nos han brindado generosamente su apoyo, su tiempo, su cariño... y siguen ahí. Gracias.

Para los profesionales de verdad que intervinieron e intervienen aún en la investigación. A Carlos, Ricardo, Victor, Pepe y otros muchos, gracias. Sin vosotros no lo conseguiremos.

Para los medios de comunicación, que siempre han estado de nuestro lado, mostrándonos su apoyo, y sobretodo, su respeto.

Para muchas personas que se dedican a la política o al sindicalismo en los más diversos ámbitos (local, autonómico o estatal) que nos han abierto puertas y nos han ayudado y escuchado.

Finalmente, para los amigos de mi hijo: Cris, Irene y Angel, que nos han ayudado a hacer realidad esta página en internet.