10 AÑOS DESPUÉS

Esta mujer es María José, nuestra hermana. La hicieron desaparecer hace diez años; eso significa que María José puede considerarse legalmente muerta… y a los muertos se les entierra y se les olvida… estamos convencidas de que eso es lo que quieren, tanto los responsables de la investigación como la persona que la ha hecho desaparecer, que la olvidemos… pero hay un problema: primero tenemos que encontrarla; por eso, nunca permitiremos que se la olvide y nunca promoveremos el expediente para que se considere que María José está muerta.

María José tenía 35 anos, era una mujer llena de vida, una luchadora infatigable, una mujer cargada de proyectos, tanto en su vida personal como en la profesional y en su labor sindical; con una dedicación especial a la lucha por la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres y por la integración social de los colectivos más desfavorecidos Era independente, obstinada y nunca se rendía cuando pensaba que su lucha merecía a pena. Siguiendo su ejemplo, nosotros no nos rendiremos nunca hasta conseguir saber dónde está.

Lo aberrante de esta situación es que, legalmente ni siquiera hay caso, legal y oficialmente no hay delito, ni víctima, ni sospechoso…, cuando nosotros sabemos, y los investigadores también, que hay un asesino y una mujer asesinada, víctima de la violencia de género, una vida más que te arrebata la persona a la que quieres y en la confías que plenamente. En este país, una mujer desaparece víctima de un acto delictivo, según los datos de la propia investigación, y no pasa nada, es el crimen perfecto: no hay víctima, no hay delito.

Un juez nos dijo que no pueden llamar a declarar al sospechoso porque es un ciudadano respetable, que tiene sus derechos y que no podemos molestarle; nosotros nos preguntamos: ¿quién vela por los derechos de María José?; ¿quien garantizó su derecho fundamental a la vida?, ¿quién garantizó su derecho a la protección que los poderes públicos tienen que prestarle a los ciudadanos? ¿dónde está nuestro derecho a saber la verdad?.

No es nada fácil verbalizar lo que sentimos;. La vida nos obliga a caminar por un mundo paralelo en el que tienes la obligación de hacer una vida “normal” de trabajo, con tus hijos, tu familia y amigos… pero nuestro pensamiento está en otro lado; desde el 15 de agosto de 1996, nuestras vidas se convirtieron en un sinsentido; vivimos en una pesadilla de la que tenemos miedo de no despertar nunca. Por desgracia, hemos constatado que hay muchas familias que se sienten como nosotros; hay muchas personas desaparecidas y muchas familias viviendo, como nosotros, en una permanente angustia y con la impotencia de no poder hacer nada para recuperar al ser querido.

La profesionalidad, rigor y constancia de las investigaciones queda patente al señalar que el informe del año 97 del que se adjunta copia, es el último del que tenemos constancia y del que se nos ha dado traslado a través del Juzgado. Desde esa fecha, lo que hemos recibido han sido declaraciones de compromiso, sonrisas, buenas intenciones, en mayor o menor grado: comprensión y apoyo moral, pero en definitiva ningún resultado.

Lo mucho o poco que se ha realizado en los últimos años, ha sido a instancias de la presión mediática y del entorno familiar y de amigos de María José, como lo demuestran las múltiples campañas llevadas a cabo y el alcance y repercusión de las mismas: concentraciones, pegadas de carteles, puesta en funcionamiento de una página web, recogida de firmas, reuniones y entrevistas con representantes de instituciones y organismos … Para lo único que se pusieron en contacto con nosotros fue para echarnos en cara que habían utilizado medios muy costosos para hacer lo que nosotros exigimos.

Hemos sentido, es más, hemos tenido la certeza de que en el momento en que dejáramos de insistir, de movernos, de azuzar las conciencias de los responsables policiales y judiciales, las investigaciones se pararían, pasarían al cajón de los asuntos no urgentes, de las cosas que pueden quedar para mañana. Desgraciadamente, hemos tenido más de una ocasión para comprobar que es así de crudo y así de cierto.

Cargarnos a nosotros con la responsabilidad de presionar y empujar constantemente para que las investigaciones no se parasen, ha sido someter a esta parte a un sufrimiento y tensión emocional absolutamente injustos que se ha traducido en un sentimiento constante de soledad, de desamparo, de frustración y culpabilidad.

Esta parte nunca ha contado con el apoyo de expertos asesores, psicólogos y otros profesionales que se ponen normalmente a disposición de las víctimas, porque nunca se nos ha considerado víctimas, ni siquiera a María José se la ha considerado víctima.

Esta percepción, es posible que en parte haya sido culpa nuestra por no rendirnos y mantener siempre que para nosotros “el olvido no es una opción”, por trasladar hacia fuera la imagen y la sensación que de teníamos fuerzas para seguir adelante; hoy afirmamos que rendirnos y olvidar sigue sin ser una opción pero también afirmamos que estamos muy cansados, que no podemos más con esta angustia.

A día de hoy las investigaciones están totalmente paralizadas, por lo menos a esta parte no le consta otra cosa. El último contacto mantenido con los responsables de la investigación se produjo, telefónicamente, en el mes de marzo y fué para informarnos de que una nueva demanda emprendida por la familia no sería atendida por falta de medios.

Estos contactos, y otros muchos que hemos mantenido con otras instituciones, siempre terminan con declaraciones tales como: “no nos olvidamos de vosotros”, “aunque no estemos ahí seguimos haciendo investigaciones“, “para cualquier cosa nos llamáis” … pero, cuando realmente necesitas algo, cuando proponemos que se hagan cosas, nos topamos siempre con una larga lista de imponderables que se vuelven imposibles: “ha pasado demasiado tiempo, el juez no lo va autorizar…”, “el fiscal no lo cree conveniente…”, “no tiene relevancia para la investigación…”, “no disponemos de los medios suficientes, …”

Para nosotros, que las investigaciones cuenten o carezcan de determinados apoyos o justificaciones, no tiene sentido; lo único que tiene sentido es hacer todo lo posible e incluso lo imposible por llegar al final de esta pesadilla. Aunque algunos crean que determinadas actuaciones solo conducen a calmar conciencias y a reducir la ansiedad y angustia de la familia, creemos que nos hemos ganado a pulso el derecho a que se realicen; evidentemente, si ellos no hacen nada y lo que nosotros proponemos no les sirve, nunca habrá un final.

No nos rendimos, pero estamos agotados; quizá a alguien le resulte lejano o difícil imaginar lo que sentimos, pero estamos convencidos de que todos los que en estos días temieron por sus vidas y por sus bienes a causa de los incendios conocen la impotencia, la rabia y la desesperación que produce el no poder hacer nada. En estos días vimos nuestros sentimientos reflejados en cientos de vecinos y profesionales que luchan contra el fuego que devora nuestro país. Nosotros también estuvimos luchando contra el fuego, que estuvo a escasos cincuenta metros de nuestras casas; también sentimos la angustia, la rabia, la impotencia y la desesperación; lo dramático es que llevamos sintiendo eso durante diez años y estamos absolutamente destrozados.

Quédense con esta imagen: la de una mujer, legalmente muerta, a la que no podemos permitir que se la entierre en el olvido; necesitamos encontrarla para poder continuar con nuestras vidas.